La descompresión narrativa es una moda a la hora de contar historias en distintos medios a día de hoy. Ya sea en sagas literarias que adoptan el formato de novela río, en cómics que desarrollan una única historia a lo largo de prolongados arcos o en películas que deciden dividirse en partes para multiplicar por dos o más los ingresos potenciales en taquilla. Pero la televisión siempre ha sido pionera en eso, especialmente las series de networks, ya que el tener que desarrollar su historia a través de numerosos episodios en múltiples temporadas siempre exige pausar más el ritmo para aprovechar mejor las cadencias que ofrece el medio.
Ahora bien, al igual que en todos esos medios antes citados, en algunos casos la lentitud con la que se desarrollan algunos shows puede llegar a ser exasperante. Las semillas plantadas a lo largo de sus primeros episodios tardan años en germinar y cuando por fin lo hacen el espectador ya ha perdido todo el interés en las tramas. De alguna forma temíamos que The Blacklist recorriese esa senda, que se guardase demasiadas cartas para un momento de la partida en el que a lo mejor ya no le quedasen fichas, pero este primer y corto tramo de la segunda temporada nos ha demostrado que en ningún caso es esa su intención.
Cómos y porqués, con potentes spoilers, a continuación.