The Good Wife, sentido y sensibilidad racial

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The Good Wife siempre es atrevida con la actualidad. Ya desde la propia concepción de la serie se partía de una revisión de ciertos escándalos sexuales en la política, lo que siempre la ha mantenido atada a los sucesos reales y comprometida a revisitarlos desde su propia óptica crítica. Aunque esta temporada estuviese centrada en su primer tramo en el juicio contra Cary Agos y en este segundo en las elecciones a la fiscalía de Alicia Florrick, los sucesos recientes de Ferguson han obligado a los responsables de la serie a aportar su propio punto de vista.

Porque si algo tiene The Good Wife es un punto de vista. Su protagonista no es una político genérica, no, es demócrata, atea y tiene distintas posturas políticas dependiendo del tema. Tiene una personalidad marcada y su propio discurso, así como la serie. Por lo que entendemos como lógico que ya que el personaje de Julianna Margulies lleva a su máxima expresión su postura política en estos episodios, la propia serie haga lo mismo con su punto de vista editorial. No es algo fácil de hacer sin caer en buenismos y en un exceso de ventajismo por ofrecer un punto de vista a toro pasado, pero la serie de CBS ha sido valiente.

A continuación analizamos, con spoilers, cómo les ha salido la jugada.

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Citamos el ventajismo porque es fácil juzgar con frialdad un curso de los acontecimientos más positivo que lo visto en el mundo real y emitirlo a continuación. Sin embargo la serie ya nos avisa que el episodio fue escrito y rodado con anterioridad a la emisión del veredicto de no culpabilidad tanto en los casos de Ferguson como Staten Island, por lo que entendemos que ahí no realizaban tanto un proceso de revisión como de adivinación de lo que podría suceder en un escenario probable. En ese aspecto es notorio el ambiente de máxima tensión que se reproduce en la serie, mucho más propio de ese escenario en lo que todo puede pasar que de otro en el que ya se palpa la decepción por lo sucedido.

A diferencia de The West Wing que aparcó sus tramas para ofrecer el episodio Isaac and Ishmael tras el once de septiembre, aquí se integran y enriquecen con el debate por las elecciones a la fiscalía entre Alicia Florrick y Frank Prady unido al debate social en las calles de Chicago por la muerte de un ciudadano afroamericano desarmado a manos de un policía blanco. Esto prácticamente nos da dos episodios que transcurren en paralelo, con una subtrama a mayores que influye en el personaje de Alicia al perder su bufete a su mayor cliente Neil Gross y con ello tener que volver a contratar a David Lee. Esta última nos ayuda a reconectar con el bufete de Florrick, Agos & Lockhart, que había caído en un segundo plano en favor de esa carrera por la fiscalía.

Pero que, en verdad, contaba con un gran interés por ver cómo reaccionarían el resto de socios ante los intereses en solitario de Alicia Florrick, ahora que Cary Agos ha sido exonerado. Ha generado conflicto, claro. Para Alicia es claro y meridiano, quiere ganar, algo que no entiende que se cuestione y que considera que en el caso de un hombre no se pondría siquiera en consideración. ¿Estamos de verdad ante un tema de sexismo o más bien ante un guiño a aquellos espectadores que la consideraban débil como icono feminista? Lo cierto es que parece extraño que sea Diane Lockhart la que la ponga contra las cuerdas en este caso cuando ella misma tuvo que pasar por algo similar cuando quiso presentarse como miembro del tribunal supremo. El discurso de Alicia ha sido alto y claro.

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Como también lo ha sido, como veníamos adelantando, el de la serie con respecto al tema racial. La escena de la cocina ha escocido a muchos por ser poco probable en la realidad en una serie que basa todo su universo en la verosimilitud, pero era requerida por parte de los guionistas para poner en contacto a ambos candidatos con los ciudadanos afroamericanos. En verdad llega el momento de decir alto y claro que es verdaderamente curioso que sean una y otra vez candidatos blancos los que pidan el voto para arreglar el problema de la discriminación racial por parte de la justicia a los afroamericanos. Al fin y al cabo tanto Frank Prady como Alicia Florrick son dos ciudadanos blancos privilegiados.

El personaje de David Hyde Pierce se dibuja aquí como la referencia idealista, el hombre que viene de fuera a cambiar todo de forma que la fiscalía no cometa los errores de sus predecesores. Por su parte la protagonista toma la posición de la realista en este juego, la persona que sabe de verdad cómo es la oficina, cómo son los criminales y cómo es la comunidad afroamericana de Chicago y que luchará para cambiar las cosas desde dentro, utilizando su experiencia particular. La propia serie, aunque con preferencia obvia por los argumentos de su protagonista, otorga peso a ambos discursos sin que ninguno de los dos llegue a convencer plenamente al espectador, que en este caso se sitúa más con los asistentes a ese debate improvisado en la cocina que dan su propia opinión.

Una lucha que Eli Gold tiene que compaginar a dos bandas con asesorar al gobernador Peter Florrick, para que ninguno de los dos aprecie de verdad la labor que hace por ellos. Si al gobernador el alcalde de Chicago le arroja a los leones, es momento de arriesgarse y estar del lado de una comunidad herida y que clama justicia. Aquí es donde la serie precisamente toma partido por una posición, en la que considera que desde la distancia y abusando del uso de las fuerzas policiales no se logra calmar a las masas sino agitarlas más, lo que contrasta mucho con el resultado que hemos llegado a ver tanto en Ferguson como en Staten Island. Lo cierto es que ha sido un episodio atípico, que en ciertas ocasiones parecía un poco improvisado sobre la marcha, pero tremendamente valiente y muy efectivo.

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¡Arrr, marinero! Di lo que tengas que decir