The Good Wife y la mente de Alicia Florrick

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Se comentaba por ahí que el regreso de The Good Wife tras el parón había sido flojo. Quizá llegar a tal afirmación es pasarse, pero si que había la sensación de que optar por uno de los episodios con el tono más light y humorístico tras una ausencia de varios meses de la serie sabía a poco. Cuando la serie está en a un ritmo tan alto y existe tanta expectación por su retorno no fue la mejor decisión poner un capítulo como los que sirven para dar respiro tras una sucesión de varios intensos. No funcionó de la manera que ellos esperaban.

Aunque solo hemos tenido que esperar una semana más para tener un capítulo como el que esperábamos para la anterior, uno de esos capítulos especiales que ya sea por su fondo o por su forma convierten a la serie de CBS en el evento semanal. Nos gusta saber que aunque una semana tengamos una pequeña decepción con la serie la siguiente esta se resarza de sus propios pequeños errores con uno de los mayores aciertos que ha tenido la temporada. Un capítulo de esos que justifican premios para Julianna Margulies sin descuidar al resto del reparto.

Tras el salto, con spoilers, nuestras opiniones.

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No podemos hablar de bottle episode porque han aparecido una plétora de personajes, hemos pasado por un amplio número de escenarios y la trama ha avanzado en varios frentes. Sin embargo lo que el espectador siente es que no ha salido de más de un pequeño escenario y que no ha interactuado más que con un personaje. Este episodio se ha dedicado a dar una mirada introspectiva a la mente de Alicia Florrick, que ha sido prácticamente localización y protagonista de este episodio. Emitido ayer en el Día Internacional de la Mujer, pocas series han llegado tan lejos a la hora de reflejar literalmente la mentalidad de una mujer.

Una acrobacia narrativa y de dirección que ha sido, salvando todas las distancias, la particular Birdman de la serie. Alicia Florrick tiene laringitis y no puede expresarse con la facilidad que a ella le gusta, así que para conectar con la protagonista nos metemos directamente en su cabeza a explorar cómo piensa, qué siente y por qué toma sus decisiones. Desde el minuto uno vemos cómo su cabeza se debate entre su bufete y la campaña, su pasado y su futuro, su trabajo y la familia. Prácticamente ha sido un all-star de todas las tramas vigentes en la serie sin movernos del sitio.

Desde la inexistente relación entre Alicia y Kalinda, en la que la serie se hace un guiño a si misma al llevar Julianna Margulies y Archie Panjabi oficialmente dos temporadas enteras sin compartir escena, hasta su rivalidad con Louis Canning. Pasando por cómo evoluciona su estrategia para combatir legalmente con este y ganar a Frank Prady en las elecciones a medida que se va dando cuenta de cosas y moldeando su opinión, y cómo ambas facetas de su trabajo se mezclan en su cabeza inesperadamente. Con la sombra de Lemond Bishop planeando por su vida y su campaña como estamos acostumbrados.

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Como en la vida de toda persona, a esto se le suman los sentimientos personales. Si Lemond Bishop es la sombra que planea sobre su trabajo, Will Gardner todavía es el espectro remanente en su vida sentimental. Un espectro al que está obligada a decir adiós para dar paso a otra de las grandes dualidades de la serie, la elección futura entre Finn Polmar y Jonathan Elfman. Llega el momento de tomar una decisión y no se puede hacer sin despedirse una última vez, aunque sea para una misma, del gran ancla al pasado. Ese juego de cama entre Polmar, Elfman y la sombra de Gardner no ha funcionado todo lo bien que se esperaba, aunque ha sido muy sugerente.

Tanto como la última iteración del debate entre ateísmo y fé dentro del seno de la familia Florrick. Si ahora la imagen que tiene en su cabeza es la de su hijo Zach – tras el pasado aborto de su novia – siendo el irresponsable de la familia, su preocupación se traslada ahora a su hija Grace que parece estar perdiendo la fé que ella nunca había tenido. Destáquese aquí la aparición estelar de Richard Dawkins como representante del ateísmo en la cabeza de Alicia, en otro de esos cameos de personalidades respetables que tanto caché dan a la serie. El no quedar como una hipócrita y permanecer ética dentro de su campaña entronca con este mismo debate.

No hemos avanzado demasiado en la carrera por la fiscalía, pero sin embargo el episodio nos deja la sensación de haber recorrido un mundo a lo largo de sus cuarenta y dos minutos. Ese mundo ha sido el interior de Alicia Florrick, que con poco más de un par de libretas y su lista de reproducción de música se ha abierto a la audiencia como pocos personajes lo habían hecho hasta el momento. Una pena que este no hubiese sido el retorno esperado de la serie, habría causado mucha más sensación que el episodio anterior. Ahora nos queda la recta final hasta la season finale que será determinante tanto en el futuro de la protagonista como de la serie.

Porque The Good Wife vive y piensa, con más fuerza que nunca.

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