Aaron Sorkin, The Newsroom y la hipocresía de la crítica

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La tercera temporada de The Newsroom es inminente y con ella el final de la que en su momento fuera la tan esperada serie de Aaron Sorkin para HBO y que ahora se considera ese experimento a medio gas del reputado guionista. Un Sorkin que hizo esta serie entre su compromiso previo de escribir el guión de La Red Social y el que a partir de ahora le ocupa de hacer lo propio con el biopic de Steve Jobs. Uno que por cierto no termina de arrancar entre bailes de director, ya que aún no sabemos si hemos terminado de pivotar entre Danny Boyle y David Fincher, y la confirmación y posterior desmentido de Christian Bale como protagonista.

Y como tal ha quedado como obra menor del guionista, en un plano similar al que está Studio 60 on the Sunset Strip aunque esta se considere una joya oculta mientras que The Newsroom haya sido el saco de boxeo de todo crítico de televisión que así se quiera considerar a si mismo. La adoración que profesaban los medios por Aaron Sorkin llegó a cotas tan altas que como un desprevenido Ícaro cayó en picado hasta convertirse en uno de los enemigos públicos de estos. La principal y casi exclusiva razón de esto es la propia The Newsroom, algo que comentaremos y analizaremos a continuación.

Si nos dejan, claro.

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La crítica de televisión norteamericana así como la española está compuesta mayoritariamente de periodistas, comunicadores audiovisuales o gente del entorno de estas profesiones. Es un hecho y también es lógico, ya que la divulgación no deja de ser una tarea de información y comunicación, pero como todas profesiones eso genera sus deformaciones profesionales. También las tenemos los juristas y las tienen los médicos, de los que me consta que en España también hay muchos en este mundillo de la televisión, y eso implica en muchos casos juzgar sesgadamente aquello que versa sobre tu propia profesión. Ese fue el problema de The Newsroom.

La serie de HBO presentaba una redacción utópica de noticias que de alguna forma presentaba la visión de cómo Aaron Sorkin consideraba que se debía ejercer la profesión del periodismo con ética y honradez. Y eso enfureció a muchos de ellos a los dos lados del charco, tratándola de irreal, moralizante y sesgada. Sin pararse a ver más allá del mensaje de la serie, se tachó como el gran error de Sorkin el no limitarse a hacer una buena serie sino querer enseñarles a ellos cómo hacer su trabajo. Lo que hasta cierto punto es comprensible, llevó a entrar en una dinámica de denostación de todo lo que llevase la marca del guionista sin precedentes.

Los que hace unos años alababan a Aaron Sorkin por ser valiente y mostrar que una administración política puede ser honesta en The West Wing, ahora renegaban de que alguien que no fuese del gremio quisiese venir a señalarles sus defectos desde fuera. Pero claro, cuando todo se trataba de poner una comparativa a la administración Bush desde una perspectiva demócrata, todo estaba bien. Porque la crítica de televisión es mayoritariamente liberal y coincide con el mensaje, pero cuando le tocó a esta verse reflejada en ese espejo no le gustó lo que llegó a ver y le echó la culpa a esa existencia del espejo.

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De alguna forma yo también cometo un error al identificar a los periodistas críticos de televisión con los periodistas de noticias, que obviamente aunque comparten rama profesional su ocupación es radicalmente distinta, pero hay que señalar que los primeros se llegaron a tomar como personales los ataques que Aaron Sorkin dirigió en The Newsroom contra los segundos. Algo que ni policías hicieron con The Wire ni juristas con The Good Wife, que muestra lo mejor y peor de cada uno de esos oficios, sino que los que se acercan a esas series terminan asintiendo resignados ante algunas de las representaciones ahí mostradas.

Será porque estos últimos tienen mucha menos voz dentro del mundo de la crítica televisiva, pero cuesta encontrar casos en los que profesionales del derecho, la medicina o la política critiquen abiertamente el mensaje de algunas de las series que tratan sobre sus respectivas profesiones. Todo lo contrario, algunos alaban las virtudes de estas y señalan como importante que la televisión ofrezca una visión crítica de la realidad, véase Obama y su fanatismo reconocido por Homeland o House of Cards. ¿Tanto le cuesta al periodismo hacer un poco de autocrítica y reconocer que puede que en The Newsroom haya algo de verdad?

Porque está muy bien alabar a series que critican a otras profesiones pero denostar a aquellas que ponen en tela de juicio a los profesionales de la tuya. Porque no nos estamos refiriendo a críticas contra el desarrollo de la serie, de la que reconocemos que en la segunda temporada ha habido bastantes errores, sino a la idea básica de la misma, que simplemente no aceptan que Aaron Sorkin quiera revisar cómo se trató la cobertura del tiroteo a Gabrielle Giffords en The Newsroom al igual que se hizo con el 11-S en The West Wing.

Pues bien, lo ha hecho, mejor o peor pero lo ha hecho. Y seguir sosteniendo un discurso contra su legitimación para hacerlo es ridículo.

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