He de reconocer que si por alguna razón me he acercado a Bad Judge ha sido por Kate Walsh. En aquellos tiempos locos en los que veía Grey’s Anatomy me parecía el mejor personaje de la serie de Shonda Rhimes e incluso la seguí a su spin-off Private Practice. No duraría demasiado más en ninguna de ellas, por razones obvias, pero siempre me quedó la necesidad de ver a la actriz en otro papel. Su reciente aparición en Fargo estuvo realmente bien, pero no dejaba de ser un personaje muy secundario que no daba demasiado pie al lucimiento – al menos interpretativo, ya que sí que tuvo tiempo a lucir su envidiable físico.
Es entonces cuando ficha por una comedia de NBC – de las que tantos buenos ejemplos podemos poner en la última década – y nosotros depositamos cierta confianza en el producto. En alguna ocasión ya la hemos calificado de actriz todoterreno por saber adaptarse perfectamente tanto al drama como a la comedia y a estados intermedios entre esta. También teníamos la esperanza de que la cadena del pavo real quisiese recuperar esa estela de comedias que, sin abandonar el objetivo del género que es hacer reír, también dan algo de inteligencia a sus shows.
Pero no es que hayamos estado demasiado acertados con nuestras expectativas, no.