Uno se acostumbra demasiado a lo bueno y a veces tener que conformarse con menos duele demasiado. Algo así ha pasado con Shameless, que viniendo de la pieza dramática perfecta en la que terminó por convertirse la cuarta temporada hemos concluido una quinta que en el mejor de los casos podemos definir como a medio gas. Por no decir directamente que es la peor de las cinco que se han emitido en Showtime, aunque quizá sea una frase con negatividad en exceso.
La serie pasó de ser la mera adaptación de su predecesora británica en la primera temporada a un producto con un balance perfecto entre drama y comedia en sus segunda y tercera, pero cuando logró convertirse en algo más fue el año pasado habiendo dejado la comedia atrás prácticamente del todo. El problema con esta quinta ha sido el querer desandar el proceso sin perder por el camino las señas de identidad logradas en su último año. No se podía tener todo y en su exceso de pretensiones se quedó en poco.
Lo ejemplificamos con la season finale tras el salto.